miércoles, 26 de diciembre de 2012

¡Santa Claus!

La noche de navidad, mientras caminaba hacia casa de mis padres oí un gato llorar; lloraba tan alto y desconsolado que decidí asomarme a la calle de la que provenía el llanto para ver qué pasaba. Seguía llorando y parecía que se movía, así que me animé a decir "gato" y el gato me contestó y volví a repetir "gato" y el gato volvió a maullar, esta vez más cerca. Repetimos el canto varias veces hasta que por fin vi aparecer una sobra negra corriendo hacia mí. Volví sobre mis pasos buscando algo de comida por si lloraba de hambre y seguí diciendo "gato", siendo respondida por el susodicho.

Finalmente nos encontramos en la puerta de casa y efectivamente estaba hambriento, sucio, delgado y frío... pero, antes de lanzarse a comer vorazmente, se acercó a saludarme y ronroneó mientras se acariciaba contra mi mano. Entramos en el jardín y me siguió hasta la puerta de casa, donde le dejé con algo de comida y agua, para volver a salir a mi cena familiar. Cuando volví de madrugada, seguía en la puerta de casa, esperando y algo más contento. Decidí llamarle Santa Claus.

A la mañana siguiente seguía en la puerta y resultó que no era un gato, sino una gata; una gatita joven, tan pequeña que Mancha le duplica el tamaño y ¡tan simpática que ha enamorado incluso a mi padre! (que suele odiar a los gatos vagabundos). Después de dos días sigue aquí como una más de la familia, me sigue a todas partes y sigo llamándola Santa Claus pese a ser hembra.


Santa Claus

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