Yo odio las despedidas.
En mis múltiples cambios de ciudad siempre he obviado esa parte, saliendo de cada lugar discretamente y sin hacer grandes "aspavientos" porque no me gusta y no entiendo eso del "adiós".
Bien, a lo que iba. El caso es que mi hermano ha optado por ir despidiéndose de su gran círculo concéntrico de amistades poco a poco; empezó en verano porque aún no sabía muy bien cuándo se iría y podían precipitarse los acontecimientos sin que tuviese tiempo de abrazar a tod@s; barbacoas, cenas, meriendas, pica-picas, comidas, reuniones varias, más cenas, otra barbacoa, sesión de piscina,... Hoy toca cena con amigos intelectuales en un restaurante japonés que nos descubrió mi querido Albert y sesión de Mohitos (con mayúscula) a gusto del consumidor; todo para maquillar eso tan odioso del "adiós".
Y repito, odio las despedidas...
... aunque la verdad es que por mi hermano me despido de quien sea las veces que sea, donde sea, cuándo y como él quiera; porque mi hermano me ha enseñado a ser mejor persona, me quiere y me lo demuestra constantemente, porque es una persona valiente que está luchando por sus ideas, porque es consecuente y me enseña a serlo a mí también, porque siempre tiene una sonrisa preparada aunque estemos con eso del "adiós" a todas horas y, en fin, por infinidad de razones que me hacen quererle como a nadie y apoyarle en todo, animarle y estar siempre preparada para devolverle esa sonrisa.
¡¡¡A por todas Xavi!!!
No te dejes amedrentar por los leopardos, guíñales un ojo y sigue tu camino...
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